El ataque de los Drones: Privacidad Vs Hélices

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Posiblemente, si un atrevido periodista asaltase a un viandante corriente en cualquiera de nuestras calles, preguntándole qué conoce de los “drones”, éste pensaría que está siendo víctima de una broma para un medio de información de los denominados de “entretenimiento”.

Y, en el fondo, no es para menos, ya que el significado del término no se encuentra recogido a día de hoy ni siquiera en el más que oficial Diccionario de la Real Academia Española (RAE).

No obstante, los miembros de los sectores de la población más avezados en el proceloso mundillo de los gadgets y las nuevas tecnologías (con total certeza, muchos de los lectores de este artículo), responderían sin inmutarse que se trata de un aparato aéreo teledirigido y hasta podrían llegar al extremo de indicarnos (no sin cierto orgullo) que disponen de uno para entretenerse en las tediosas tardes de domingo en su casa de campo.

 De una manera u otra, permitánme que establezcamos unas bases que nos posibiliten situarnos plenamente en el tema a tratar y que propicien un desarrollo focalizado (e interesado) del mismo por parte del que tiene el placer de redactar estas líneas.

Pues bien, de acuerdo a la propia definición aceptada internacionalmente de manera más corriente, el “dron” o, más correctamente, “drone” (literalmente “zángano” en inglés) es la denominación común para un “vehículo aéreo no tripulado” (UAV, acrónimo de “Unmanned Aerial Vehicle”). Es, en definitiva, un extraño artilugio que vuela porque alguien lo dirige desde otra ubicación.

Al respecto, interesante es destacar llegados a este punto que el aparato objeto de analisis no sólo se limita a “volar”, mediante sus múltiples sistemas de alerones o hélices (suele estar equipado con cuatro, seis u ocho, en el supuesto de éstas últimas, recibiendo distintas denominaciones por ello), sino que, habitualmente, el “drone” viene equipado con sistemas de posicionamiento geográfico y de captación de imágenes e incluso, en ciertos supuestos, mecanismos de medición de temperatura corporal y de emisión de gases, entre otros. Es decir, está pensado que estos ingenios puedan recopilar la información del entorno que les rodea.

Por lo tanto, se aúnan en sus chips y circuitos internos dos conceptos fundamentales, muy de moda hoy en día, como pueda ser “el invisible del Big Data y el hipervisible de la mirada aérea”[1], con las implicaciones que ello conlleva.

Como no podía ser menos, los primarios usos (conocidos) de este tipo de tecnología se centran en el ámbito militar. De hecho el primer ataque vertido a la opinión pública se produjo el día 4 de noviembre del año 2002, cuando el coche que trasportaba cinco supuestos terroristas, entre los que se encontraba el lider de Al Qaeda Abu Alia al-Harithi, fue atacado desde el aire por uno de estos aparatos.

Desde ese momento, de acuerdo a lo que indica el investigador Jeremy Scahill en su documental “Dirty Wars”, se genera un fenómeno oscuro y turbulento que hace que (en palabras del propio Sr. Scahill) se sospeche que la propia administración de Estados Unidos tiene abiertos (y activos) unos setenta y cinco frentes de guerra “velados” en todo el mundo.[2].

Para que puedan hacerse una idea de lo eficazmente mortífero que es el asunto, hace aproximadamente un año, el piloto estadounidense de aviones no tripulados Brandon Bryant confesó estar implicado en 1626 acciones que supusieron otros tantos muertos en acciones militares.

Derivando de la situación armamentística comentada (y plenamente vigente, con claros visos de desarrollo) sería una falacia no comentar asimismo que la mayoría de la tecnología bélica suele tener cierta aplicación final al ámbito civil (y sino me creen, echen un vistazo a la guantera de su vehículo, donde descansa su GPS) no pudiendo olvidarse que dicho aspecto tiene como consecuencia hacernos, en cierta manera, nuestro día a día más sencillo.

Así pues, la tecnología que nos ocupa no iba a quedarse rezagada en este sentido y ante la disminución de costes de la misma, nos encontramos con que es ya utilizada en múltiples campos de nuestra sociedad. Entre otros muchos, podríamos destacar:

-         Mejora de las comunicaciones.

-         Servicios de mensajería y postal.

-         Vigilancia de instalaciones y de personas.

-         Servicios policiales.

-         Ocio personal.

-         Ámbito mediático y de comunicación.

-         Revisión de instalaciones eléctricas.

-         Cartografía.

-         Difusión de pesticidas.

-         Detección de incendios.

-         Limpieza de mobiliario urbano.

-         Estudios de fenómenos meteorológicos.

-         Cine.

Seguramente, se estén planteando que son muchos más de los que habrían podido llegar a imaginar en un primer momento, y estarán en lo cierto: la implantación efectiva se está efectuando de manera (¿alarmantemente?) rápida.

Si unen ese cada vez más cómun establecimiento de estos procesos en nuestra sociedad, con la apreciación de que los mismos no se limitan a un mero “juguete volador” (recuerden la potencialidad en cuanto a equipación: videovigilancia, medición de distintos parámetros, etc…) nos encontraremos cara a cara con lo que posiblemente constituirá (si es que no lo es ya) uno de los principales retos de regulación en lo que a normativa de protección de datos de carácter personal se trata.

Tomemos pues algunas de las categorías indicadas con anterioridad para apreciar con más detalle cuáles son las circunstancias concretas (y por qué no decirlo, también las incertidumbres) a las que nos enfrentamos.

Recientemente, en el apartado de mejoras de la comunicación, nos sorprendía la noticia transmitida por los medios de la inminente puesta en marcha de un proyecto a nivel planetario conocido como Connectivity Lab, propiciado por el líder de Facebook, Mark Zuckerberg, con la colaboración de las entidades Nokia, Qualcomm y Samsung, entre otras, cuyo objetivo es ofrecer señal inalámbrica para propiciar el acceso a Internet a un conjunto de aproximadamente 5000 millones de personas en todo el mundo (principalmente en África y Asia) que carecen del mismo.

La estrategia a emplear para tan ambicioso proyecto será la del establecimiento de redes de “drones” alimentados por energía solar (salvando de esa manera un problema habitual de estos aparatos, como es el de la autonomía de vuelo) en aquellas áreas urbanas limitas por su entorno geográfico, por una parte, junto con la de la utilización de satélites que emitan una señal focalizada en aquellas otras zonas con una baja densidad de población, por otra.

En ambos supuestos, la conexión se llevará a cabo mediante rayos láser infrarrojos que transportarán dichos datos mediante una tecnología denomionada FSO (Free-space Optical Communication).

Google, por su parte, está inmerso en un proyecto similar que, al parecer, utilizará globos aerostáticos con la misma finalidad.

Obviamente, este increíble avance planteado genera no pocas cuestiones desde una óptica de protección de datos personales:

-         ¿Cual será la finalidad real del tratamiento que se efectuará de los datos de esos miles de millones de usuarios?.

-         ¿Se condicionará (ahora o en el futuro) la posibilidad de que el acceso por parte de los interesados al servicio (“gratuito”, en principio) pase por aceptar obligatoriamente las condiciones generales (sin conocer por otra parte el contenido de las mismas aún) que establezcan desde Connectivity Lab y que regulen subjetivamente el flujo de la información transmitida?.

-         ¿Que potencialidad de cifrado/protección real tendrá la citada tecnología FSO, a fin de que la señal no sea interceptada?.

-         ¿Almacenarán los “drones” suspendidos sobre las distintas poblaciones datos, o se limitarán a transmitirlos a centrales de procesamiento?.

-         ¿En caso de almacenar datos, qué medias de seguridad se plantean aplicar en concreto al dispositivo en caso de que sufra una avería y deje de estar suspendido en el aire, cayendo más que posiblemente sobre un área habitada y con el eventual acceso no autorizado que podría producirse por parte de un tercero?.

-         ¿Qué normativa será de aplicación sobre este entramado global de comunicaciones masivas?...

Y ya que hablamos de proyectos a nivel mundial, porqué no hacemos una parada en otro francamente llamativo, como pueda ser el de la entidad Amazon.

El director general de la conocida empresa de comercio electrónico, Jeff Bezos, también hacía un anuncio más que mediático sobre un ámbito logístico fundamental: la entrega de mercancía a los clientes. Este hecho no tendría nada de revolucionario si no fuese porque la novedad consiste precisamente en hacer dicha entrega al cliente final mediante nuestros estimados “drones”.

Aquí, sin perjuicio de los ya indicados, vuelven a plantearse interrogantes que no podemos dejar de observar, como puedan ser si la verificación de la entrega se confirmará mediante un sistema de lector biométrico de huellas o retina (será fundamental establecer algún mecanismo a efectos de la empresa, a fin de evitar reclamaciones posteriores) y si, en caso de un inoportuno accidente del “drone”, el paquete transportado contendría algún tipo de dato personal del destinatario que al pudiese acceder algún “amigo de lo ajeno”.

Todo ello perfectamente transladable también al servicio postal (estatal o no) desarrollado por parte de las correspondientes entidades a través de “carteros aéreos” que tengan que certificar el correo que es objeto de envío. Sobre este punto, “La Poste” (empresa nacional de reparto de correo en Francia) ya ha anunciado que empezará a trabajar en el reparto de correpondencia y de periódicos a través de este sistema.

Y continuemos en la senda del análisis en el que nos encontramos enfrascados, con otros usos no menos llamativos como pueda ser el de la vigilancia, la seguridad ciudadana y el control policial.

Si al genial (lamentablemente fallecido hace muchos años) autor George Orwell se le diese traslado del hecho de que existe un desarrollo tecnológico que permite a los Estados efectuar una visualización pro-activa, totalmente móvil y en tiempo real de todos nosotros en la vía pública podríamos asegurar, sin temor a equivocarnos, que miraría con resignación al ejemplar de la que quizá sea su obra más conocida, “1984”.

Por indicarles dos ejemplos, el Ayuntamiento de Madrid ya ha contratado estos servicios a través de una empresa privada que provee de “drones” equipados de cámaras (la próxima vez que se desplacen al centro de la Capital, miren al cielo) habiéndose hecho uso de ellos el pasado septiembre, en el acto organizado en la Puerta de Alcalá en la ceremonia de candidatura como capital de los Juegos Olímpicos 2020, sin ir más lejos.

Asimismo, la fuerza aérea brasileña (FAB) ya ha indicado que empleará “drones” de origen israelí para vigilar los cielos brasileños durante la celebración del Mundial de este verano. La empresa encargada de proporcionar los mismos al gobierno brasileño indica que la FAB “empleará una combinación de “drones” que portarán una carga útil (¿qué clase de carga?!) para misiones de seguridad y vigilancia (…)”.

Muchos indicarán “bien, las calles de cualquier ciudad ya están cuajadas de videocámaras de seguridad” y, sin ser ello menos cierto, habrá que considerar lo siguiente:

-         Esas cámaras, por una razón puramente económica, no se encuentran emplazadas en todas y cada una de las vías existentes y, además, están ancladas a un soporte fijo (no se desplazan). Ahora, con no demasiados “drones”, las posibilidades de movilidad (y de captación de las imágeneres de los transeúntes, por tanto) son prácticamente ilimitadas: las autoridades pueden desplazar a voluntad al ingenio volante en un abrir y cerrar de ojos de un punto a otro.


-         Y un aspecto importante: a día de hoy, en nuestro país se exige (véase la Instrucción 1/2006, de 8 de noviembre de la Agencia Española de Protección de Datos) que el interesado sea convenientemente informado sobre el tratamiento que se efectúa de sus imágenes y de los derechos que le reconoce la normativa, por no hablar de quién es el responsable del fichero que se genera (mediante carteles e impresos informativos). Entonces, ¿cual sería la solución ante el nuevo panorama, colocar un enorme cartel colgante/luminoso en el “drone” informando de mencionados derechos que asisten a todos aquellos que sean grabados?. ¿Repartir octavillas desde el propio “drone” con el contenido pertinente?...

 

Además, para terminar con este apartado, permítanme hablarles del proyecto CUPID (Chaotic Unmanned Personal Intercept Drone): no se dejen engañar por el nombre, no tiene nada que ver con el tierno angelote que se empeña en ir disparando flechas a los enamorados.

Los desarrolladores de la empresa “Chaotic Moon” han generado este “drone” con capacidad ofensiva destinado a labores policiales:

 

  • Lo de ofensivo porque le han equipado con un sistema de incapacitación eléctrico de (atención) 80.000 voltios.
  • Lo de las labores policiales porque está pensado para ser utilizado para patrullar las calles, buscando sospechos e inmovilizándolos. Para ello, aparte de la consabida “pequeña”descarga que vaya a sufrir el sospechoso de turno, cuenta con un sistema de cámaras digitales integrado capaz de realizar fotografías y vídeos. Una vez más nos encontramos con captación de imágenes, con la consecuente implicación en la privacidad, y en un futuro ¿quizá también con un sistema de reconocimiento facial, a fin de realizar dichas funciones policiales de una manera más eficaz, o de toma de muestras de sangre/saliva para analizar si efectivamente el interceptado se encuentra bajos los efectos del alcohol o las drogas?. Y otro aspecto que invita a ser analizado: ¿cómo gestionará, almacenará y tratará todos esos datos biométricos el “drone” que esté de patrulla durante toda la noche? ¿Dispondrá de algún depósito que almacene correctamente las muestras en su caso, con las medidas de seguridad necesarias?...

 

Finalmente, centrémonos en el ámbito lúdico y de ocio privado, si les parece.

A día de hoy, cualquiera de nosotros puede acercarse a un gran almacén a adquirir un “drone” de “recreo” a fin de experimentar la fantástica sensación de sentirse piloto por una cantidad de dinero más que asequible.

Si nuestras intenciones se quedasen ahí, no pasaría de ser un entretenimiento no más agresivo para la protección de datos de carácter personal que la visualización de un blu-ray en nuestro domicilio.

Sin embargo, si invertimos un poco más, contamos con un maravilloso “drone" equipado, en esta ocasión, con una videocámara. Es decir, además de tener la posibilidad de efectuar unas acrobacias propias del mejor comandante, puedo grabar imágenes.

Y de esta manera, el asunto deviene más complicado, ya que si invierto en una videocámara integrada, es para utilizarla.

Nada me impide emplearla con fines altamente reprobables éticamente (incluso penalmente) como pueda ser la toma no autorizada de imágenes de los vecinos a través de una ventana de su domicilio o en la parcela del chalé de éstos mientras disfrutan de un baño en su piscina. O incluso, actividades de acoso por vigilancia constante mediante “drones” a particulares (espionaje industrial, casos de violencia de género, etc…).

Asimismo, el anonimato que subyace en este tipo de actuaciones (¿de quién es el aparato volador que veo flotando a la altura de mi balcón, o que me persigue desde hace horas de manera insistente?) hace que sean difícilmente perseguibles por parte del afectado, por lo que la indefensión se convierte en un problema de difícil solución.

Una solución válida, y que me aventuro a plantear, sería identificar de manera personalizada, inequívoca y geolocalizada (con datos del propietario, con el tratamiento de datos personales que ello conlleva) a cada uno de los “drones” que puedan ponerse a la venta a particulares (seguro que esta reflexión resulta particularmente interesante a las autoridades públicas competentes en la materia).

En definitiva, todas las preguntas y reflexiones expuestas (a día de hoy la mayoría, sin respuesta definitiva) implican un alto nivel de incertidumbre en lo que al campo de la privacidad se refiere, pero quizá la ponderación que hemos efectuado sobre las mismas nos otorgue ciertas pautas valiosas sobre las que sentar las eventuales actuaciones a adoptar: no en vano, nuevas circunstancias sociales implican necesaria e inevitablemente una nueva regulación normativa adaptada a las mismas.

Recuerden bajar las persianas.

 

 

Stéfanos Altidis Cabrejas

Abogado Compliance & Risk – CDPP – CRISC – Certified ISO 27001 IA.



[1]En palabras de José Carrión, en su interesante artículo “Los drones y la guerra a distancia”.

[2]Podríamos destacar que dicho ejército cuenta con una impresionante pantalla IMAX en el centro de control operativo de Dubai, donde se proyectan de manera simultánea decenas de imágenes captadas por multitud de mini-aviones espía.